viernes, 15 de febrero de 2013

LA INFORMACIÓN, EL CONOCIMIENTO DEL MUNDO Y EL LENGUAJE

Desde la antigüedad, es decir cuando el hombre inventó la escritura, comenzó a distinguir y describir, mediante símbolos y signos gráficos (alfabéticos), los elementos o fenómenos que se producían en su entorno o hábitat. Es decir, que archiva en diversos materiales físicos (papiro, pergaminos, piedras u otro soporte) los sucesos que ocurrían en esos momentos. Estaba almacenando información importante. En otras palabras, guardaba para la posteridad conocimiento.
Pero, al registrar los hechos acontecidos, ya nuestros letrados del neolítico (periodo histórico donde se descubre la escritura), realizaban una doble función. Por un lado, archivaban los actos (sean estos humanos o fenómenos naturales) para que generaciones posteriores tuvieran la oportunidad de hacer un recorrido retrospectivo de la historia y, de esta manera, acercarse al conocimiento del mundo antiguo.
A su vez, sus archivos permitían a muchas generaciones posteriores a que se ilustren en base a los conocimientos que se desarrollaron y esto sirvió luego como base para desarrollar más ciencia, es decir generar sabiduría mediante la observación, el razonamiento y la tekné o tecno. La antigua diatriba de que si el lenguaje es o no un sistema mediador entre el sujeto y el mundo se remonta al menos, veinticinco siglos atrás, y es representada con creces por los escépticos y los estoicos griegos, respectivamente. Los segundos, firmemente convencidos de que la representación conceptual de los objetos del mundo más que una evidencia, era un criterio de verdad. Para los primeros, algo menos modestos ponían en duda el sistema mismo para la legitimación de dicho criterio. En la Grecia antigua la explicación de los fenómenos naturales se realizaba a partir de mitos. Un Mito, según García Gual, es un relato memorable y tradicional que relata la actuación de unos personajes extraordinarios (dioses y héroes) en un tiempo prestigioso. Los temas míticos, casi siempre, hacen referencia a la creación y ordenación del mundo, así como los escatológicos, que tratan de lo que aguarda al hombre después de la muerte. Los mitos han servido, tradicionalmente, para explicar metafóricamente la realidad y sus causas. El nacimiento de la filosofía, la historia y los primeros enfoques científicos en Grecia, a partir del siglo V a.C. trajo consigo críticas a sus explicaciones y causó su declive. La sociedad griega se esforzó por encontrar las causas naturales que permitieran explicar los fenómenos observables. Aunque, tal vez los conocimientos griegos no se ajusten siempre al modelo de experimentación científica tal como lo consideramos hoy, sin embargo su prestigio como pueblo generador de cultura, sabiduría, ciencia y educación, es indiscutible. Por citar algunos, por ejemplo, los descubrimientos de Arquímedes (387-212 a.C.) nos dejaría atónitos. Euclides (siglo IV y III a.C.) cuya geometría del plano es fundamental dentro de esta ciencia, apenas sin contar con libros y con sólo un gran tablero de arena en el suelo formuló las primeras leyes de la geometría y escribió finalmente uno de los grandes libros fundamentales de esta ciencia. Para los escépticos y estoicos la percepción de la realidad residía en el ser humano. Sin embargo, los estoicos se limitaban a una cierta actividad de aceptación o rechazo de la evidencia que ellos representaban a través del juicio, también llamado “asentimiento”. Entonces, lo real no era más que aquello que los sujetos captaban, pero para lo que de alguna manera no había otra opción más que captarlo, pues el objeto en sí mismo sólo existía en un determinado “modo de ser”, o sea, con esa cualidad esencial que no sólo lo determinaba a ser lo que era, sino a ser percibido como tal. En cambio, la percepción de la realidad para los escépticos se realizaba a través de las representaciones mentales –a manera de imágenes o conceptos abstractos- que permitía a los humanos conocer el mundo, la naturaleza, el cosmos. Pero precisaron que no había una forma concreta de saber si ese conocimiento era correcto o si se correspondía adecuadamente con la realidad per se. Lo planteado por estoicos y escépticos, denotaba que dejaban a la realidad ser lo que era. Salvo que para los estoicos, la percepción no podía estar equivocada pues la esencia de la cosa, es decir, su sustancia o sustrato, siempre concepto –y concepto universal- determinaba a la cosa misma; y para los escépticos, el sistema mismo de corrección de esa percepción se ponía en duda. Esto hace considerar a los escépticos, como plantea Von Glassersfeld (1995), ser los primeros constructivistas, y a los estoicos los representantes de una base conceptual inmanentista que las teorías sobre el lenguaje hoy en día han dejado mayormente de tomar en cuenta.
Es así, que el ser humano, mediante su capacidad creadora (ciencia y tecnología) permitió que los letrados del pasado registraran los conocimientos y descubrimientos que hasta hoy son materia de estudio, análisis, descripción y asombro. Hoy a la luz del avance del conocimiento, podemos aseverar que los escribas de antaño ya sabían distinguir con precisión tres términos que hoy manejamos como si fueran iguales en concepto o definición: información, conocimiento y sabiduría.
Por eso, hoy es necesario establecer una distinción esencial entre tres planos intelectuales a la información, el conocimiento y la sabiduría. Aunque muchas veces los empleamos como sinónimos, sus diferencias son más importantes de lo que pueda parecer. Pero, cuando se trata de hacer un estudio desde el plano académico, científico, intelectual o de especialidad (semiótico, lingüístico, etc), tenemos que separarlos con claridad.
Veamos, en ese sentido cómo el Diccionario de la Real Academia Española define a cada uno de ellos:
a) Información: “Comunicación o adquisición de conocimientos que permiten ampliar o precisar los que se poseen en una materia determinada.”
b) Conocimiento: 1. “Acción y efecto de conocer. // Entendimiento, inteligencia, razón natural”.
c) Sabiduría: “1. Grado más alto del conocimiento.// 2. Conducta prudente en la vida o en los negocios.”
Sin embargo, La información es a veces apariencia de conocimiento y, tal vez, de sabiduría, pero no tendría que identificarse con ambas. Aun así, parece que una rigurosa y vasta información es la base necesaria para avanzar en el conocimiento. Mientras que, la sabiduría, “grado más alto del conocimiento”, supera el mero conocimiento de las cosas, ceñido a la reflexión comprensiva sobre la información, y permite relacionarse intelectualmente con otras áreas o bien, habilita para una recta aplicación práctica del conocimiento.
Tras la precisión de los términos información, conocimiento y sabiduría, nosotros creemos que si bien ellos en algún momento, aparentemente, se integran (o se incluyen hablando en términos actuales) para darnos a conocer nuevos resultados del intelecto humano, no cabe duda que la información para que sea tal, debe tener o poseer conocimiento. Es decir, información no es está ceñido a dar a conocer una noticia como hoy se le atribuye al término. En el ámbito académico, la información es el bagaje de aportes cognitivos, científicos, técnicos, e incluso artísticos (que sería el conocimiento humanista).
Con este preámbulo aclaratorio o de precisión de términos, hoy como nunca en la historia se había vivido una acumulación tan increíble de información, conocimiento y sabiduría, con imágenes tan dispares y alejadas en el espacio. Gracias a la revolución en las comunicaciones lo ha hecho posible. Millones de personas en el planeta conocen diariamente los usos y costumbres de otros tantos millones gracias al uso de las telecomunicaciones.
Han surgido nuevas actitudes en este Planeta “integrado”, donde la información es ya patrimonio universal. Sin embargo, es obvio, que la emisión de innumerables datos sobre realidades alejadas de un individuo y su circunstancia cotidiana, no siempre acarrea un mejor conocimiento del mundo. La sobrecarga de “basura” moral en Internet, pero también de información neutra e innecesaria, es uno de los peligros al alcance de la mano.
En una sociedad en donde el ocio se valora tanto que los medios se disponen para obtener un mayor rendimiento del placer a base del menor esfuerzo, las páginas llenas de pornografía, violencia o simples estupideces, colman la red y se prestan a abrirse frente al lector desprevenido en cualquier momento.

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